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Hoy es intensidad

¿Qué es lo que falta entre lograr movimiento y estancarse? – Yo.

Hoy/ayer/ahora hace un día y medio que no duermo y todo me parece surreal. Lo que pasó anoche, lo que pasó hace dos horas, lo que está pasando ahora. Me siento en un limbo abstracto de realidad/fantasía. Me siento rara y todo parece un sueño, pero a la vez me siento pura; me siento muy viva.

Hoy –¿o fue ayer?– fue un día muy intenso. Hacía mucho que no tenía un día así. Un día de quiebres internos, de pensamientos que fluyen y me conectan con la realidad; la realidad esquiva de las últimas semanas.

La necesidad interna de un quiebre era asfixiante, pero a la vez una parte de mí estaba quieta. Si daba un paso al costado, sabía que la determinación del quiebre me iba a pasar por arriba y me iba a tener que hacer cargo de todo lo que pasara y ¿estaba preparada? No del todo en ese momento, en esa semana, esos días, ese segundo tras segundo tras segundo.

Soy una persona que entiende mucho en soledad, porque cuando algo está mal, si hay un conflicto interno, todo el resto es inhabitable. Me entiendo en mí misma, y cuando me entiendo, necesito compañía todo el tiempo, pero cuando hay desequilibrio, me pierdo fácil. Me pierdo a mí misma, y vivo en compañía pero con falta de esencia. Así que tenía que tomar una decisión y lo sabía. Pero por algún motivo la determinación no era más fuerte que la sensación de dejar todo como estaba.

El viaje que busco es al mismo tiempo exterior e interior. Quiero conocer todo, pero quiero terminar de conocerme. Porque sé que ningún país, ninguna ciudad ni ningún pueblo me va a llevar a donde quiero si yo misma no me permito ir.

Hoy –ayer, mañana– es un día de señales. Hoy –ayer, mañana– es un día angustiante, fuerte, determinante y pasional. Un día de mucho. Hoy no fue un día cualquiera. Hoy estuve en conflicto –¡por fin!– pero hoy soy objetiva. Hoy se vivió. Hoy se habló. Hoy se desgarra para bien o para mal. Hoy para vivir –en el sentido más profundo de la palabra– para ser y existir.

Hoy –ayer, mañana– en general –y toda la vida– fui (soy y seré) una persona muy intensa. Me meto mucho con todo. Soy relajada para un montón de cosas, pero al mismo tiempo soy demasiado pasional. Está bueno, pero a veces también juega en contra.

En los viajes nos cruzamos a miles de personas. Las amistades se hacen de un día para el otro y son intensas para todos. O sea que para mí son el doble de intensas…¡estúpida intensidad! Tanto para bien o para mal, son intensas. Las discusiones son peores. Las amistades son increíbles.

En estas últimas semanas conocí mucha gente y con aquellos que estuvo todo bien, hoy están guardados muy fuerte en mi corazón. Con los que estuvo todo mal, me dejaron una espina bastante fuerte. Y es un bajón. Y ese bajón mezclado con los conflictos internos de las semanas pasadas fue muy…intenso.

PERO…un gran gran pero. Hoy –ayer, mañana–, el día de los conflictos y de las señales, recibí regalos que, gracias a la intensidad con la que vivo todo, me pegaron una cachetada de felicidad y buena onda que –además de todas las señales, los quiebres y las decisiones tomadas ese mismo día– ayudaron a poner las cosas en perspectivas: quién/qué vale la pena y quién/qué no.

E. de Colombia se fue ayer hoy, mañana– del hostel y antes de irse me regaló un abrazo genial e intenso y un llaverito de Colombia. Pero lo mejor que me regaló fueron palabras, que voy a citar textual, porque son lo más: “Prometo enviarte fotos para que tu espíritu no pare de escribir. Tu alma de artista sea un regalo para los mortales. Tu sonrisa un millón de fortuna. Keep smiling J  y siempre hables con ese lindo acento”. ¡Viva!

Hoy intensidad

Gracias a él recordé a otras personas que en este mes…sí, justo hoy hace un mes que empezó este segundo viaje…me dejaron regalitos de palabras. Por escrito o en persona. El vampiro de Rumania me dejó una cartita antes de irse con una piedra de Brighton y un mensaje re gorrrdooo, el pibe que me hospedó el otro día me ayudó a hacer varias reservas y me pagó una noche más de hostel porque no había podido conseguir pasaje para irme antes.

En el camino hay personas de todo tipo, de las que pasan desapercibidas, de las que nos caen mal, DE LAS QUE ROBAN TOALLAS, pero por suerte está más plagado de gente que te saca sonrisas y aunque los hayas conocido por dos horas, quedan siempre en el recuerdo.

Gracias E. por tus palabras tan necesarias que me devolvieron la perspectiva que se me había perdido en todos los días pasados. Gracias por recordarme por qué estaba acá y qué era lo que valía la pena.

Hoy –ahora, en unas horas– me voy a Escocia. Ahora, con el norte bien presente y las ganas de viaje (int-ext) totalmente en foco.

¡A por el mundo, joder!

Titín!

 

 

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