Ciclotimia de mis circunstancias – Sintiéndome
¿Ciclotimia o perdida total? ¿La ciclotimia la tengo yo o la tiene el mundo?
Un día después
. Volvés al trabajo de siempre. Aliviada con tu decisión.
“Hoy terminamos temprano” –dice el jefe– “se pueden ir”.
Ay no.
Empezás a pensar (sí sí, estás sensible…sí sí, estás super hormonal y sentís que todo el mundo te odia…) que tal vez el tipo te recontrató de lástima porque ya te había reemplazado.
“Te lo dijo, boluda” -te decís a vos misma-.
Tal vez entendió que vos el otro trabajo no lo querías y estabas desempleada. No que volvías porque te habías dado cuenta de un error.
Mmm… ¿qué hacer?
Dos días después
. 11 am (solo 5 horas después de haber empezado a laburar)
“Bueno…listo…se pueden ir, no hay más nada que hacer” –nos informa el borrego supervisor–.
*se hace un silencio, los tanos me miran porque saben que iba a trinar de la bronca*
“Ahhhh, ahora entiendo por qué el jefe no está acá” –comenta uno de ellos– “no tiene los huevos para decirle a Angie en la cara que hoy no trabajamos jajajaja”
*”jajajaja” general de todos los pibes*
“¿Qué, no entendí?” –pregunta confundido el borrego australiano contratado en mi lugar–.
“¿Pero mañana trabajamos?” –Pregunto… tragando saliva y empezando a arrepentirme, NUEVAMENTE, de la decisión tomada–.
*silencio*
“No sé, no dijo nada, pero asumo que si trabajan les va a avisar por mensaje” –me responde el borrego–.
El sábado.
No se trabajó.
Me despierto.
Con una argentina salimos a correr.
Vuelvo.
No pasa nada.
No pasa nada afuera…pero en mi cabeza pasa todo.
Llueve todo el día.
Me la paso sola, en mi cabin. Pensando.
¿Qué cagada me mandé? ¿Volví a decidir para la mierda?
Me cago en la plata, me cago en mi jefe, me cago en mí misma.
El domingo.
Me despierto a las 5 am.
No puedo volver a dormirme.
El cerebrito a mil.
Salgo de la cama.
Llevo la ropa a lavar.
Descongelo la heladera.
La limpio.
Tiro verduras podridas.
Limpio mi cuarto porque una chilena que vivía conmigo y se había ido de Gatton, decidió volver. Llega en unas horas.
Paso el trapo de piso para limpiar el bardo que hice intentando limpiar la heladera.
El tano que vive conmigo se levanta también.
Siempre nos levantamos temprano.
Este tano tiene 28 y es igual a mi papá. Igual. Las mismas mañas, los mismos gestos. Todo.
Me pregunta qué cenamos.
Le digo que son las 6 am así que la verdad no tengo idea.
12 del mediodía.
Él todavía no amaneció.
Voy a chusmear a su cabin, tal vez murió o algo (?).
Entro…
Y como entro salgo, porque los ánimos no estaban.
Me aleja, me acerca, me aleja.
Me tiene hinchadas las pelotas.
El día va pasando entre reencuentros, charlas atrasadas, puestas al día.
Yo intento, juro que intento, estar 100% presente en el momento, pero no puedo. La cabeza está, todavía, en las decisiones de las semanas pasadas.
¿Por qué no puedo ser consecuente? Detesto la incertidumbre de saber si decidí bien o mal.
En estos estados no me banco.
¿Dónde está la Angie relajada de viaje? ¿Quién es esta loca histérica, ciclotímica, vueltera del orto que me tiene estresada todos los días?
QUÍTATE TÚ MALDITAAAAA, LO ARRUINAS TODOOO.
Domingo. 7pm. Cabin de la pareja de argentinos a quienes tengo terriblemente hinchados las pelotas con mi presencia.
Desde que se fueron casi todos mis amigos, me la paso visitándolos. Ellos dicen que me quieren y les agrada mi presencia pero…en el fondo sé que…no me bancan más. Siempre jodemos con que soy como Homero cuando se hace amigo de los Flanders y se les pone re pesado. Ya jodemos con que ellos se van a ir del Caravan para huir de mí y yo voy a salir corriendo atrás como Homero a lo Terminator.
Es que recuerden que están todos en pareja…bah, ahora empezó a llegar más gente (todavía no socialicé), pero entonces es como que…me encanta visitar a la gente pero siempre estoy sola ahí visitando parejas…me siento re pesada.
Bueno en fin. Retomo el relato. PERDÓN PERDÓN.
Estamos afuera de la cabin de ellos, tomando mates, comiendo budín de banana y poniéndonos al día con la chilena que acaba de llegar.
¡JUAMPE! ¡JUAMPE! –se escucha un grito desde la oscura distancia–.
En ese momento yo estaba en mi cabeza, por lo que, aunque escuché que llamaban a mi amigo, respondí:
¿Qué?
¿Angie?
Sí, estamos acá.
Vengan a ver la luna.
¿Qué?
La luna.
Los 4 empezamos a caminar hacia las sombras que nos habían llamado.
Caminamos para atrás viendo cómo, desde el horizonte, aparecía la Luna.
Se me fue la respiración.
Nunca la había visto así. Gigante, naranja y subiendo más imponente que cualquier amanecer que haya visto en toda mi vida.
Llegamos hasta el grupo de gente que nos había llamado, nos paramos uno al lado del otro, y en silencio (interrumpido de vez en cuando por algún que otro “noooo”, “faaaaa”, “woooooow”) contemplamos.
Creo que cuando pasan este tipo de cosas, cuando lo que nos rodea es tan imponente y nos recuerda nuestra pequeña insignificancia, todos entramos en nuestra cabecita y nos damos cuenta que nos hacemos problemas por boludeces que al fin y al cabo, no tienen importancia.
Estoy segura que en esos segundos de silencio generalizado, estábamos todos en la misma.
En mi caso, ensimismada en todos mis problemas, me detengo a contemplar, y de repente vuelvo a ser feliz. De repente entiendo que, en este momento, esta vida de campo me es necesaria. Qué me importan las pocas horas y la poca plata cuando puedo ganarme un segundo de esta oscuridad para ver la Luna.
Estoy entrando en paz conmigo misma (por décima quinta vez en esta semana), cuando una mano me abraza por atrás, me dan un beso en la frente, después uno en el cachete, y el abrazo dura hasta que la Luna sube.
Hola.
Hola.
El universo se balancea otra vez. Aunque sea por un segundo.
Sé… lo sé muy bien… que este balance durará poquito. Pero en este momento, lo disfruto. Porque se trata de un momento único. Estar bajo esta Luna, con este grupo de gente en particular, no se va a repetir jamás.
Maldita vida de viaje.
Ay.
¿Había algo mejor que ese momento?
No ahora.
Todo cambió tan rápido. Me desperté para atrás. Me desperté con ganas de irme.
¿Cómo me fui a dormir?
Feliz.
3 Comentarios
Magali
Dale que te re dejaba mi opinión, o mi abrazo, o lo que fuera. Porque yo también ando con unos días de mierdaluz. Llamemoslé así a estos días en que una se levanta y llora, a los dos minutos ríe, después se empacada, después reniega, después está triste, después sumamente feliz… Y es mierdaluz porque en definitiva son estos días “raros” en que aprendemos, y ante todo aprendemos a callarnos… No sé, somos como unos maremotos y si le seguimos poniendo leña al fuego seguimos ardiendo, entonces en estos días aprendemos eso, a dejar de recolectar leña para la mierda interior. Y dejamos el fueguito ahí, que se apague cuando tenga ganas, ¿no? Hola, estoy delirando, no sé Angelina NO SÉ! jajaja Venite a verme y compartimos los días mierdalucenses y de paso mi querido se raja para siempre porque no nos soportaría. Y otra cosa es… nada, no sé, me olvidé. ¿ves? Así estamos. Pero no estamos solas. Te quiero pinina. Comportate, ¿eh? Hazlo por el amor brocoliense oh yea! 🙂 🙂
Cecilia
no puedo sentirme más identificada con este post en este maldito momento de luzz y ansiedad!!!! sos grande titín!!!
Titinroundtheworld
¡Hola Ceciiiii! Jajaja me alegro que hayas encontrado “compañía” circunstancial 😉 Besote y gracias por leer y comentar.