Chile,  Reflexiones

Por qué no volvería a Chile – parte 1

“Señoras y señores, en unos minutos pasaremos por la Cordillera de los Andes, por su seguridad, permanezcan sentados con sus cinturones abrochados”. Así terminaba mi viaje por Chile. Hubiese empezado de la misma forma si no hubiera ido a Chile por tierra desde Mendoza. Menos mal porque me ayudó a tener un final de viaje re poético (?).

Este viaje a Chile surgió sólo por la necesidad casi imperativa (bueno, “casi” no, fue 100% imperativa) de arrancar el año en otro país. Un viaje planeado (dictaminado) con un mes de anticipación. Como acostumbro a hacer las cosas, bah.

Vivo viajando desde 2012. Que la idea no era vivir viajando (porque en esa época me creía el cuentito muy bien armado de la sociedad de que no se podía vivir así). La idea era ir a Nueva Zelanda a terminar de perfeccionar el inglés, ahorrar plata para viajar por Europa y volver. Un mes después de Nueva Zelanda me di cuenta que este estilo de vida para mí no para más. Por lo menos por ahora.

Esto venía a que vivo viajando desde hace seis años y empezar el año en otro país es casi una obligación.

¿Por qué Chile? Porque nunca había ido y extrañaba muchísimo a mis amigos chilenos que hice en Australia en 2015. Esa gente que uno conoce de casualidad viajando, coincidís –como nos pasó a nosotros– en el medio de la nada literal (camping en el campo a 7km del pueblo más próximo) y formás una amistad que no conoce de otra cosa que no sea amor puro.

También conocés gente de mierda viajando eh, tampoco quiero sonar una idealista. Bueno lo soy, pero también he conocido gente de mierda. Por suerte, la gente excelente siempre es mayoría.
Volviendo al punto. Perdón, es que hablar de Chile me pone mal. Me pone mal porque estoy en el medio de un duelo que no termina; porque fue un viaje que terminó por obligación y porque soy una apegada de mierda que por más que viaja hace mil años a veces le cuesta mucho dejar ir. Estoy, literal, como cuando me fui de Corea en 2015. Que también me fui por obligación.

Paren, ¿por alguna de esas casualidades, vinieron a este posteo a buscar info sobre qué ver en Santiago? Porque por lo menos en este posteo no la van a encontrar. Este posteo no va a ser más que un descargo despechado de loca histérica apegada desparramando amor y extrañitis por un país que le dio todo en dos meses. Todo. TOOOODOOOOOO *dice por altoparlante con eco tétrico que retumba en las paredes del depa donde se está quedando en Buenos Aires*. BUUUUU CHILEEE BUUU POR QUÉE POR QUÉEEEEE *llora y toma su tercera copita de vino*. *a las 2 de la tarde*. *un martes*.

En un principio (léase: finales de noviembre de 2017) mi viaje a Chile iba a durar lo que dura el festejo de Año Nuevo. Llegando la fecha de partida, más conociéndome, más habiendo hablado con una amiga chilena que en teoría no iba a estar en Santiago para Año Nuevo, el viaje terminó extendiéndose dos semanas. Siempre en teoría.

En la práctica… en la práctica me quedé exactamente 60 días. Cuando me fui de Argentina me llevé la compu porque me conozco. Porque sé que tengo un problema viajerístico que hace que no me pueda ir del país que estoy visitando. Y que siempre quiera más. De todo. De la vida, de lo que veo, de la gente. Siempre quiero más.

En Chile estuve 60 días

  • Me tomé 3 aviones.
  • 3 colectivos de línea (A Papudo, Valparaíso y San Pedro de Atacama). Lo genial es que esas tres veces, solo lo tomé de ida; las vueltas siempre fueron en autito.
  • Empecé el 2.018 en una localidad que se llama “Papudo” y no solo eso, sino que encima se llama así porque el Cacique de esa localidad en la época de la colonización española era un viejo gordo y los españoles para acordarse del pueblo le decían “el puerto del papudo”, porque el gordo tenía papada. Si empezar el año en un pueblo que se llamaría “el puerto del viejo con papada” de haber sido encontrado por argentinos no es un buen augurio, me rindo.

ChileY encima, literal, el 2018 arrancó en la playa de Papudo con un chileno irritado gritando “FOME FOME FOME” porque los fuegos artificiales tardaban mucho. ¿No hay que amarlos a todos? Lo comprendo al muchacho igual. Es que los fuegos que sí tiraban al lado nuestro, eran… cómo decirlo… no tan profesionales como los que estaban lejos. Encima los tiraban demasiado espaciados entre sí, así que era algo así como:

IIIIIIIIIII PUM (un solo fuego)
EHHHHH *el público vitorea festivo*
*silencio*
*4 segundos después*
IIIIIIII PUM
FOME FOME FOME
*silencio*
* 4 segundos después*
IIIIIII PUMMMMMM

Y así como 20 minutos.

Realmente, arranqué el 2018 estallada de la risa.

Chile

Sí, de lo tentada que estaba salí movida.

  • Dormí en 8 casas de amigos.
  • Dormí en 5 hostels. En uno me comieron las bedbugs. En otro me robaron unos pesos chilenos. De otro tuve que huir porque me mandé una cagada.
  • 5 noches no dormí.
  • Aproximadamente de los 60 días que estuve en Chile, 50 estuve muy de fiesta. No sé por qué es tan fácil salir en Chile. Me acuerdo y quiero llorar. Quiero ir a perrear a Chile. A bailar y sentirme la latina más madera del mundo porque en realidad bailo como el orto y tengo menos meneo latino que un vikingo. Que son buenos los weones pa carretear. La weá entrete.
  • De los 60 días que estuve, 35 debo haber comido mote con huesillo.
Chile
Mote con huesillo exquisitooooooo de La Vega

Y 20 de esas veces fueron en La Vega central en el carrito de la señora que lo vendía a 300 pesos chilenos el vaso chiquito.

  • De los 60 días que estuve, 40 estuve con dolor de panza. Primero fue el agua, después los nervios, después la felicidad y el amor, después la bronca y tristeza y también, un par de noches fue el exceso de cerveza y piscola, no lo vamos a negar. Nunca me había pasado en la historia de mi vida. Chile me hace doler la guatita.
  • De los 60 días que estuve, 15 lloré con ganas. También de todas las formas: de felicidad, de tristeza, de impotencia. Chile sacó lo peor de mí. Y lo mejor también. Chile también sacó cosas de mí que desconocía. Para bien y para mal. Y esa es una de las cosas que busco en los viajes, seguir conociéndome. Intentar estar en lugares y situaciones nuevas que me fuercen a crecer, cambiar, tener que lidiar con lo desconocido. Por eso, Chile, por más que me hayas hecho llorar; GRACIAS.
  • De los 60 días que estuve; 40 hablé en completo chileno. Porque se me pegaba, porque me encanta, porque me quería levantar chilenos y a los chilenos les gusta que las argentinas hablemos en chileno. Boluda le decían. De hecho, quisiera hablar en chileno todo el tiempo pero me inhibe hacerlo si no es en Chile. Además tiene palabras para situaciones que en argentino no tenemos. Por ejemplo “fome”. Fome no es solo aburrido; no tenemos una sola palabra para fome. BUUU FOME ARGENTINO BUU. Foooooome la weá.
  • De los 60 días que estuve, 50 comí comida casera.
  • De las 8 casas que me quedé a dormir 4 fue en casa de familia y me hicieron platos chilenos típicos de verano (humita, pastel de choclo y porotos granados) y fue de la mejor comida que probé en mi vida. Pero más que nada, porque estaba hecha con demasiado amor.
  • De los 60 días que estuve, 40 me enamoré de mí misma. Chile se me caló por los huevos, me removió las tripas en todos los sentidos y aunque por momentos me dolió, gran parte de esas veces fue todo por felicidad.
Chile
En el Valle de la Luna

Chile me mostró, de un día para el otro y con la intensidad de una cachetada de madre picada, una versión mía que desconocía y que no le había mostrado a nadie: Chile me hizo quererme así nomás y eso no lo había logrado ningún país.

  • De los 60 días que estuve, 5 me enamoré de un chileno. Sí, solo 5 y lo afirmo tras un análisis exhaustivo de mis días y mis actitudes. Tengo varios amigos que al leer esto me van a decir: “¿¡5 DÍAS HIJA DE PUTA?!”. Sí, de hecho diría 3. Tengo prueba empírica al respecto *discutía mentalmente con sus amigos*. Es más, paren, diría 1. Un día full. Ya le estoy escribiendo a mis amigos para contarles este nuevo descubrimiento super interesante. Sí, ya sé, a nadie le interesa esta historia. No mentira, les interesa a todos, ¿creen que no lo sé? Malditos amarillistas morbosos (?), pero tendrán que aguantársela; esa historia tal vez la cuente más adelante. No mentira, nunca se las voy a contar… MUAJAJAJAJA *pretende que se ríe en el teclado pero en realidad se está sacando los mocos que le chorrean patéticamente después de tanto llanto*. Gran imagen les dí eh.

Honestamente no sé qué me pasa con Chile. No sé si es casualidad que esta gente de la que me hice amiga y que fue del grupo con el que más afecto agarré viajando sean justo chilenos por pura casualidad. O es que todos son así. ¿¡CÓMO SABERLO LISAAAA, COOOOOOMOOOOO SABERLOOOOO?!

Me encanta que la vida me sorprenda y amé Chile porque, por más que fui a pasarla bien porque me reencontraba con esta gente que amo y sabía que nada podía malir sal, Chile me terminó superando en todos los aspectos. En dos meses me pasaron más cosas que en un año.
Weones la weá brígida me marcó caleta. La zorra. En volada me iría mañana. (?) Nadie la entendía.

… continuará…

P.D.: sí, el título es un juego gramatical y estrategia de marketing usada para atraer más visitas al blog pero en realidad, si me leen seguido, saben que me pasa todo lo contrario 🙂

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