Contar historias para que viajen
A veces pienso que viajo para contar historias para los demás. Que hay algo más allá de mi deseo real de querer viajar.
Hace un par de días salté de la cama producto de un recuerdo bastante perturbador. Estaba tirada teniendo una conversación de esas que más tarde se le comparten los detalles a las amigas cuando volví a pensar en Alejandra Pizarnik. Era la tercera vez en una semana, después de no haber pensado en ella en años. Salté y fui directo a buscar el libro Poesía Completa y, tal como si me hubiese parado en frente de un ventilador industrial, las palabras me volaron la presencia entera.
Ahí estaban, entre cada poema de Alejandra, palabras mías en lapicera hablándole a alguien que no recuerdo. Historias contadas sin precisión.
No lo digo porque me avergüence compartir una historia de amor. Es más, he compartido cada cosa. Lo digo porque si me fijo en las fechas escritas después de cada vómito hecho palabras, no coinciden con ninguna historia que pueda recordar. Es más, la intriga fue tal, que me fui a mis diarios íntimos de esa época y efectivamente no había ninguna persona que ocupara mis pensamientos.
“Era un tire y afloje entre lo que quisiste, lo que tenías y lo que al final nunca fue“. ¿Me estaría hablando a mi misma? Eso pensé en un principio hasta que dos páginas más adelantes aparecía un “Lo difícil de lo nuestro es que no existe” ¿Y si te escribo un libro sin que te des cuenta?
A la mierda…
Y sigue: “Es que parece que me gustan las historias imposibles. ¡Qué cómoda estoy en lo que nunca es!”
Ese tren de palabras escupidas a puño apurado termina en un “Dos mundos que no se encuentran porque no saben que se están buscando”.
Ay por favor. ¿Qué me pasaba?
Apenas terminé de leer me di cuenta que el corazón me latía fuerte como si el cuerpo tuviese un recuerdo subconsciente que la mente no me puede descodificar. Capaz, y no me resultaría extraño, estaba hablándole a algún futuro. ¿Contar historias para advertirme? ¿Para prepararme?
¿Y si estaba hablando de la historia de otras personas?
Ahí es cuando vuelvo a pensar, ay es que pensé en esto ayer también, que son las ideas las que nos buscan. Que la creatividad aparece de repente desde no sabemos dónde y escupimos el resultado como si nos perteneciera.
No recordar a nadie en particular me confirma que lo escrito era una idea que quería materializarse y simplemente me encontró y me usó. Que era un mensaje que tenía que ser expresado para que le llegue a la persona correcta. Y ahora pienso que solo lo escribí garabateado en el libro de Alejandra. ¿Qué habrá pasado con esos mundos que no se encontraban? ¿Se habrán empezado a buscar?
A veces, por no decir la mayoría del tiempo, siento que cuento historias porque lo que escribo necesita ser leído por alguien más. Es un mensaje que no es para mí, es un mensaje que alguien anda buscando.
Puede ser que me diga esto para perder el miedo a escribir. Pero en el fondo sé, que lo que más me llena son los mensajes del estilo “necesitaba leer esto”.
Ojala siempre te lleguen los mensajes que necesitás,
Tengo un podcast también ¿sabías? Podés escucharlo en Spotify , Apple Podcast, , Google Podcast, y Youtube