Volví de las Cataratas del Iguazú hace dos días y me tengo que sacar todo esto de la cabeza (y del corazón viajero que me latió mas fuerte que nunca en Puerto Iguazú).

Puedo decir firmemente que en mis 4 años de viajera por el mundo nunca me sentí así.

He viajado sola, con novio, con amigos, con enemigos, en familia; en todo tipo de transporte, en viajes que me marcaron por diferentes motivos, pero la intensidad misionera me pasó por arriba, como si nunca hubiese salido de mi casa. Como si directo de Junín me hubiese tomado un avión y hubiese caído en la Garganta del Diablo. Como si no hubiese conocido otros países, como si no tuviese las vivencias viajeras que tengo encima.

No me quiero hacer la viajera experta ni mucho menos, además soy de esas personas que ve una flor en una maceta y llora de felicidad. Pero considerando que cuento con cierto CV Viajero, no me esperaba esto. O eso. O todo aquello.

Podría estar hablando mil horas y escribiendo 348509 hojas de Word pero nada le va a hacer justicia a lo que respiré en ese momento, así que solo voy a resumir mi experiencia en 5 puntos sobre por qué no hay que conocer las Cataratas del Iguazú.

Porque cualquier catarata que veas después te va a parecer una mierdita total

¿Después de ver, mejor dicho, después de pararte a unos escasos metros de la Garganta del Diablo, qué pretendías?

No quiero despreciar a las demás cataratas del mundo que obviamente son hermosas. Cada gotita de agua que cae naturalmente en la Tierra que habitamos (Pachamama sos lo más de lo más) es increíble.

Pero en mi caso, cuando me paré en la pasarela que te pone en frente de semejante torrente de agua, es como si hubiese venido Will Smith vestido de negro con su borrador de memoria y me hubiese quitado el recuerdo de todas las cataratas que visité en mi vida.

A mí me dicen “catarata” y automáticamente me teletransporto a la Garganta del Diablo y me quedo ahí.

Porque no te alcanza la vida para apreciarla de verdad

Todo el paseo te deja boquiabierto. Cada pasarela, cada pequeña cascada te hace detener unos segundos, pero terminás en la Garganta del Diablo y no te podés mover.

Llorás, la contemplás, volvés a llorar, sacás fotos, filmás, te quedás quieto. Pensás ok, ya debería seguir/debería dejarle el lugar a los demás, pero el cuerpo no te responde. Porque sabés que estás parado frente a algo que solo mirándolo hasta que te mueras lo vas a poder comprender.

Porque te hace dar cuenta de tu propia insignificancia

A mí me encanta poder verme como una pequeña hormiguita en el mundo. Me divierte vernos a los seres humanos como una colonia de hormiguitas.

A veces me cuesta un poco, tengo que concentrarme mucho y que mi imaginación haga lo mejor que puede. Pero si vas a las Cataratas del Iguazú no es necesario ningún esfuerzo mental.

La violencia del agua que se mueve sin detenerse te frena en seco y cualquier pedacito de ego que pudieses llegar a tener ese momento, se te fue por la corriente que avanza como una masa imparable.

Porque toda la fauna es hermosa y vas a querer más

Sí, ya sé que tengo un problemita con los animales y todos me parecen adorables y me generan violencia por lo tiernos que son…pero ¿ustedes vieron lo que son los coatíes?

AYYYY, LOS QUIERO APRETAR A TODOS Y CADA UNO DE ELLOS. MALDITOS.

¿Y la cantidad diversa de mariposas de todos los colores?

No me canso de ser tan bella y coloridaY encima son sociables. A las mariposas misioneras les encanta viajar en humanos.

¿Y los pájaros?

Nunca en mi vida había visto un Tucán salvaje *se vuelve a emocionar*

¡Y un yacaré!

¿Alguien puede pensar en las lagartijas?

Porque nunca vas a poder retransmitir lo que viviste

Me encanta hablar, me gusta que la gente viaje a través de mis palabras. Siempre intento que vivan conmigo todo lo que viví, pero es la primera vez en la vida viajera que no sé qué decir. Estaría mil horas intentando poner en palabras exactamente lo que vi con mis ojos pero no me sale.

Puedo tirar mil adjetivos calificativos, mostrar mil fotos y videos y, aún así, no le haría justicia. Porque estar ahí, de frente a semejante paisaje, no podría ponerse en palabras jamás.

Todas las pasarelas previas, todos los pequeños saltos fueron hermosos, pero pararme en la Garganta del Diablo me marcó. Me dejó estúpida, me dejó en paz y logró un gran milagro: me dejó sin palabras.

El día anterior había visitado la parte brasilera y la sensación que me dejó fue increíble: no podía parar de sonreír, ni de gritar y sentirme plenamente feliz por poder contemplar semejante maravilla. Pero cuando visité el lado argentino, y, repito, llegué a la Garganta del diablo, se terminó toda mi excitación y quedé totalmente pelotuda.

Es como si el proceso de sorprendamos hasta el hartazgo a Titín hubiese comenzado de a poco en Brasil y terminó en la Garganta del Diablo.

Quiero seguir diciendo las mismas cosas mil veces y al mismo tiempo, no sé qué decir para que tal vez alguien pueda entenderme.

Lo único que me queda por decir es que es un viaje totalmente obligado para absolutamente todo el mundo.

¿No sabés dónde ir? Andá a las Cataratas del Iguazú.

Tengo un podcast también ¿sabías? Podés escucharlo en Spotify , Apple Podcast, , Google Podcast,  y Youtube